Bendito San Miguel

Ochentón y jubilado

en mi juventud cabrero

soldado de un dictador

y mi profesión: cartero.

 

Antes de estampar la firma

o mostrar el carnete

por la foto y los indicios

sabéis decirme: ¿quién es?

El pasado día 29 de septiembre fue para un servidor uno de esos días de mayor satisfacción que he disfrutado; el por qué es muy fácil de explicar. En este año 2001 he cumplido esta retahíla de ochenta años (que no son pocos) los que sin duda alguna me hacen renquear además de poner mis nervios en tensión y sale el genio tan maldito hasta de entre el tejido de los calcetines, pero con ese día no fue así. No señores. Después de cuatro décadas disfruté del placer de estar aquí, en este escondido rincón donde nací, crecimos yo y mis amigos de infancia, recibimos la educación paterna y la de nuestros mayores y profesores. Así que en lo que atañe a un servidor, a pesar de estar ausente toda mi vida, me pasa como a la golondrina: jamás olvidaré el nido donde recibí el dulce cariño de todos mis semejantes, con los recuerdos de nuestros inocentes juegos infantiles. Recordando que por aquel entonces el más grande y suntuoso día era para nosotros el día de San Miguel, al que teníamos por nuestro Santo Patrón de esta humilde parroquia de nuestro escondido rincón de Bordecorex (Soria).

 Pues sí, este año he disfrutado de pasar el día de San Miguel aquí en nuestro pueblo, donde hacía tanto tiempo que no había podido asistir a nuestras fiestas patronales. Familiares, amistades y compañeros comentábamos: ya no queda nada. Para mí fue la gran sorpresa: ¡cuánto tiempo se tarda a olvidar el cariño de la madre! Digo esto, porque a los que el destino les ha premiado con la suerte de seguir viviendo juntos y bajo la protección de San Miguel, este año, primero del milenio, le han honrado con unas muy amables fiestas patronales. ¡¡Viva San Miguel!!

 El tesón que demuestran los quince o veinte habitantes que resisten en abandonar a nuestro pueblo es digno de elogio. Claro está en decirlo (ellos no lo dicen), pero económicamente su posición es desahogada, quedando algunos de ellos que luchan por su supervivencia y desean que nuestro pueblo se recupere de su letargo para que, todos unidos, cada 29 de septiembre podamos honrarnos de tan buenas fiestas como las de este, no, mejores todavía.

Los festejos de este año en honor a San Miguel, a pesar de tan aislado y tan despoblado todo este entorno de nuestras parameras sorianas, por mi parte me llenaron de una muy alegre satisfacción que, a verdad segura, se la debemos a la tenacidad del Señor Casado Carrera, al Sr. Oliva Gómez (alcalde pedáneo), a pesar de que sus críticas reciben, pero también hay quien les apoya. A lo menos pudimos oír la Santa Misa en nuestra iglesia parroquial, tan castigada y descuidada desde que fue expoliada por los cacos que nos llevaron sus mejores joyas, sus tallas de mayor valor. A pesar de haberlas recuperado, las grandes jerarquías de la Iglesia se aferran en no devolverlas. ¿Es que nosotros no merecemos tener un templo como cualquier gran ciudad? Además, son legado de nuestros antepasados y propiamente nuestros. A pesar de todo, con toda devoción, a nuestro patrón le ofrecimos con la más fiel devoción su procesión que fue seguida por más de cien devotos por cuya asistencia seguidamente fue ofrecido un banquete-vermouth, donde la alegría se adueñó de todos los pesares. Para aperitivo, las suculentas migas con más tropezones de chorizo y jamón que migas de pan castellano, un poco de sabor a pimentón le decían a cualquier líquido: ¡tira para dentro!

 De madrugada, los dulzaineros nos ofrecieron el famoso pasacalles saliendo a recibirlos y nos obsequiaban con galletas, mantecados y bombones, buenos vasos de mistela, aguardiente o rancio moscatel. Lo que nuestros padres no pudieron hacer por su ruin economía, este año se hacía con gran holgura. A ellos les faltaba dinero, a nosotros fraternidad. ¡Qué pena!

Para amenizar estos festejos, además de los dulzaineros, estaba un grupo musical que lanzaba modernas canciones, lo que hacía ilusión a los viejos bailadores que, entre pasta y copa, se lanzaban al ruedo a ofrecer pisotón por empujón que continuó toda la tarde, porque las migas habían saciado el estómago y había que aprovechar lo regalado. Se había montado un tablado en el que se podían contemplar arados romanos, trillos, aperos de labranza, orcas, cestal y toda clase de artilugios y enseres de un labrador. Junto a todo esto, un simulacro de cuadra donde descansaban dos hermosos pollinos hartos de comer, pero, la verdad, mal esquilados y peor herrados. Ya no quedan oficiales que sepan estos menesteres.

 Sobre las seis de la tarde se nos presentaron lo danzantes de Los Llamosos que nos dieron una sesión muy amena de su repertorio, que también alegró mucho el festival y, al propio tiempo, sirvió para que descansasen los bailadores, aprovechando algún que otro visitante a lanzar alguna jota aragonesa que, por cierto, fue bien aplaudida por los sorianos.

 También fueron instalados dos carpas dentro de la plaza. La una, para proteger del sol o lluvia a los espectadores y la otra, para hacer demostraciones de agilidad en oficios antiguos. En este caso fue picapedreros y herrero. El de herrero lo realizó un gran oficial de Berlanga de Duero; por cierto, con mucha agilidad y destreza, lo que le valió para vender muchas piezas que traía ya confeccionadas, gran fama y muchos “viva el herrero”. ¡Ah!, y los picapedreros, esos sí que me gustaron. Casado Carrera y Jorge Moreno, este, con tanta paciencia, haciéndole caras a un rústico pedrusco y Casado, bujardeando a otro en fino. ¡Cuánto cuesta!, pero que bonita queda una obra de piedra bujardeada en fino de las canteras de nuestros montes. Qué pena no haber prestado un poco más de atención antaño, quizá nuestro Bordecorex no estaría tan despoblado. Debo mencionar que en tal carpa también se encontraba un artesano cestero, quien también vendió algo de su trabajo y lo que más me llamó la atención fue el señor del pueblo de Arenillas, vendiendo perfume de espliego que, con su propio alambique, extrae todos los años. Aunque a recoger matas le suelen ayudar los pueblos de Arenillas y Lumías, este último le concede instalar el alambique en su término municipal a la orilla del río Talagones.

 En consecuencia, que acudiendo pasamos 24 horas de entera camaradería, que, después de una tarde divertida, la cena era gratis para todo el que tuviese buen apetito, pero, ¿quién creía que se iban a cubrir tantas plazas? Manjares sobraron, pero sillas y mesas no. Al pasar del ciento de comensales, es imposible que haya menaje donde de diario habitan veinte personas. Yo, por mi parte, me congratulo y alegro, al observar que en Bordecorex aún hay personas que lo recuerdan y le demuestran su agradecido afecto.

 Quiero manifestaros a todos con estas líneas mi entera satisfacción de haberlo pasado tan feliz, pero tanto en la celebración de la Santa Misa, en la procesión y la jarana o diversión no puedo negar que mis lágrimas humedecieron mis pupilas recordando a nuestros antepasados, ¿qué os parece?

 Doy por terminadas mis declaraciones, quedando de todos muy satisfecho, tanto de los promotores de los festejos a nuestro Patrón San Miguel, dulzaineros que animaban el ambiente, danzantes de Los Llamosos, herreros y picapedreros, los foráneos que ese día acudimos a nuestro pueblo y forasteros que tuvieron la amabilidad de honrarnos con su compañía, a quienes nuestros promotores no escatimaron en obsequiarles con buen yantar y mejor vino. ¡Ah! y ¡viva la cocinera que hizo las migas! ¡Qué ricas estaban! Por lo tanto, pediremos al bendito San Miguel salud para todos, para poder reunirnos el 29 de septiembre en nuestra plaza de Bordecorex, pero aún con más alegría y mucho más unidos para tener más fuerza. ¡Ah!, Jesús y Florencio, con el frontón bujardeado. Perdón, ¿soy muy exigente?

 Todos los del pueblo gritaremos: ¡viva San Miguel! y los forasteros también, porque todos somos fieles a Él.

 En Bordecorex, 29 de septiembre del año 2001.

 

Un hijo del pueblo

Marcelino Oliva Oliva

 

wwwbordecorex@jazzfree.com